Oh no. Otra persona acaba de morir.
Esas fueron las palabras que escuche justo antes de irme a dormir la primer noche en Rusinga, después de escuchar un grito horrible y desahogado a la distancia.
No tenía batería en el celular y no había electricidad para poner a cargarlo tampoco. La otra voluntaria que dormía en la cama de al lado, me dijo esas palabras y después se durmió.
No me quedaba otra que mirar el techo y acomodar la red de mosquitos que tenía sobre la cama. Escuchaba la lluvia caer torrencialmente sobre el techo de chapa y el cuarto se iluminaba completamente con los relámpagos.
Linda primera noche de aventura Pochi. Todo parecía una noche de terror, pero yo no podía dejar de sonreír. Me dolía la panza de los nervios. Al día siguiente iba a empezar lo que venía esperando hacía rato.
Seis de la matina arriba con el gallo y con mamma Jane a los gritos dando órdenes de acá para allá a los chicos. Mi nueva amiga me da un rollo de papel higiénico y me dice: "allá están las letrinas pero el papel te lo tenes que comprar vos en el centro. Tengo varios de más, agarra este y también una botella de agua mineral."
Seo, gracias por eso 💛
De desayuno, probé lo que después iba a ser el culpable de mis 5 kilos de más. Mandazis y té con leche. Sería una especie de torta frita pero que pffff calentitos y bien tempranito en la mañana, la pochi se emocionó y se comió un montón.
A la escuela fuimos, y conocí a Francis el Jardinero con el que iba a pasar todas las mañanas de ahí en más.
Subí a la escuela y una multitud de niños y niñas vinieron a recibirme. No parecían estar en clases. Las maestras estaban ocupándose de otro asunto.
Ahí entendí la frase de Seo la noche anterior. Las maestras estaban juntando plata para el entierro de una alumna que había fallecido la noche anterior por malaria. Cinco años tenía.
Mi corazón se estrujó.
Jugamos toda la mañana y toda la tarde con los chicos. Me enseñaron las primeras palabras en Luo y me pidieron que los ayude con las tareas porque las maestras no podían estar en ese momento.
Porridge de media mañana y porotos por la tarde. Me recordó a nuestros días con Mags en Ngcizele, Sudáfrica. Soga y Manyano Schools. Dónde ya vivía un sueño y proyectaba seguir creciendo.
Al volver a la casa, Jane ya había preparado la comida y con un atardecer multicolor cerraba el primer día.
En esa cena fue que los conocí a ellos. Mike y Salvo. Hoy mis hermanos del alma. En ese momento, Salvo ni me hablaba pero me lavó las manos con la jarra de agua sobre la palangana y en su mirada me encontré. Mike, más extrovertido, ya me daba charla y hasta me regaló las patas y la cabeza de la gallina por ser mi primer día. Sin pensarlo mucho, lo acepté y me lo comí.
Erokamano kuom chiemo. (Gracias por la comida.)
Así fue cómo empezó todo en la isla. Sin saber que en ese lugar me quedaría más de lo planeado, "varada" en medio de una pandemia. Que Rusinga se convertiría en hogar y que hoy a gente de ahí llamaría familia.
Erokamano Rusinga
(Gracias en Luo)
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